- Grabriel Garcia Marquez
«Vivir para contarla»: la historia no oficial de Colombia.
Por: Freda Mosquera
Con la misma fascinación que cuatro entrañables amigos: Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor, Álvaro Cepeda y Gabriel García Márquez, en sus encuentros y parrandas memorables, intentaron descifrar el enigma del Conde de Montecristo: “¿Como logró Alejandro Dumas que un marinero inocente, ignorante, pobre y encarcelado sin causa, pudiera escapar de una fortaleza infranqueable convertido en el hombre más rico y culto de su tiempo?”, nos entregamos a la lectura de “Vivir para contarla” para participar también del juego de los enigmas literarios y descifrar como fué que ese niño que nos contempla con ojos asustados desde la portada del libro, el mismo que se crió en la casa de sus abuelos en Aracataca, el adolescente tímido que leía los discursos en el bachillerato, el periodista que escribió numerosas editoriales sin firmar, se convirtió en el hombre mas leído de su tiempo, Premio Nóbel de Literatura en 1982, colombiano del siglo, y uno de los cien personajes más importantes del Siglo XX, según la revista Time, con casas en distintas ciudades del planeta, y una de ellas, convertida en leyenda, por sus alfombras blancas.
Cuantas noches de insomnio y terribles pesadillas, sueños fallidos y angustia por manuscritos rechazados o adulterados con dicciones ajenas a la suya, cuantas soledades y años encarcelado sin causa, como Edmundo Dantès, pero nutriéndose de la palabra del sabio catalán Ramón Vinyes, de sus maestros que eran sus amigos, y de los libros clásicos de la literatura universal que fueron su “abate Faria” y que le revelaron “lo que le faltaba saber para su nueva vida: el lugar donde estaba oculto un tesoro fantástico y el modo de la fuga”.
Pero mas que la historia de la niñez y de la adolescencia de Gabriel García Márquez, de la geografía y el tiempo que constituyeron la base de su mundo literario, “Vivir para contarla” narra la historia no oficial de Colombia. Gabriel García Márquez escribió una novela histórica con toda la maestría del genio curtido en el manejo y uso de la palabra. La epopeya de su familia que “nunca fue protagonista y ni siquiera victima de algo, sino testigo inútil y victima de todo” nos sirve de marco para entender toda la realidad de un pueblo enfrascado en una absurda e interminable guerra civil que se inició exactamente al final de un periodo que los manuales de historia definen como “la Independencia”. El Coronel Nicolás Márquez, veterano de la Guerra de los Mil Días, eterno patriarca esperando la pensión vitalicia por sus servicios a la República de godos de “tuerca y tornillo” y liberales de “rueda libre” es el abuelo de García Márquez, el mismo que un día lo llevó a conocer el hielo y le mostró el truco alquímico de los pescaditos de oro. El abuelo que en la mesa lo sentaba a su derecha, cumpliendo con el mandato bíblico de la primogenitura.
A los diez y seis años Gabriel García Márquez viajó a Bogotá para inscribirse en un Concurso Nacional de Becas y gracias a “los dioses insondables de la casualidad” fué admitido en el Liceo Nacional de Zipaquirá, donde transcurrieron cuatro años de su existencia que le dieron una visión unitaria de la nación y donde aprendió que en la suma de cada uno de nosotros estaba el país.
Entre “cachacos” ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional en Bogotá y ahí lo sorprendió el levantamiento popular del 9 de Abril tras el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. Testigo ocular de los acontecimientos, resalta la presencia de un elegante policía encubierto que daba órdenes a las turbas para linchar al homicida y borrar toda huella de complicidad oficial.
La pensión donde residía se incendió perdiendo sus pocas pertenencias y los borradores de sus primeros cuentos. La pestilencia de las cenizas de los edificios incendiados mezclada con la sangre de las turbas masacradas perseguiría al escritor en su retirada a la Costa Atlántica. Sin techo, con un pantalón de lino, dos camisas, cuatro pesos y una colilla de cigarrillo lo sorprende el toque de queda en Cartagena.
Cuando descubre que la novela y el reportaje son los hijos de una misma madre se deja seducir por el periodismo y escribe para los diarios El Universal y el Heraldo. Participa de la creación de la revista Crónica, con la colaboración de los pintores Alejandro Obregón, Orlando Guerra y Alfonso Melo que ilustraban las portadas. Regresa a Bogotá, trabaja para El Espectador y vuelve a ser testigo de otra masacre, esta vez de estudiantes a manos del Batallón Colombia que regresaba victorioso de la Guerra de Corea. Logra su consagración periodística cuando escribe una serie de reportajes sobre Luis Alejandro Velasco, un marino de la armada que sobrevivió a una ventisca que arrastró a varios tripulantes que se hallaban en la cubierta de un destructor. El caso generó un escándalo de tal magnitud que la verdad salió triunfante sobre la ridícula versión oficial.
Con la sabiduría y el mapa del tesoro, a sus 27 años, Gabriel García Márquez logra salir del inexpugnable Castillo de If, que no es otro que la Colombia de penurias que le tocó vivir y parte a Ginebra en una asignación periodística. En su ruta al aeropuerto de Barranquilla, para tomar el vuelo de París de las dos de la tarde, se lleva en su memoria el recuerdo de Mercedes, “estatua sentada en el portal, esbelta y lejana”. El avión hace una escala en Jamaica para reabastecerse de combustible y después de treinta horas interrumpidas de viaje, el Conde de Aracataca estaría paseándose por los Campos Eliseos.
Clave del mes……»a sus 27 años, Gabriel García Márquez logra salir» hacia Europa como corresponsal del periodico El Espectador, y comienza asi su vida literaria.